01 abril 2008

No le hagas caso al del chaleco
   publicado por TioP

Relato verídico. Tal día como hoy, Madrid, despejado, hora de comer y un parking subterráneo de El Corte Inglés. Dentro de éste, coches aparcados, coches a punto de salir, caminos sinuosos, salida en curva complicada, techos reducidos para ganar en plantas. Lo normal hasta que te posicionas para salir y ves dos coches parados. Sin estresarte, escuchas el CD que llevas puesto en el coche. A los dos minutos sin moverte del sitio de la fila, te preguntas qué sucede. Echas un ojo a los coches de delante y te das cuenta que no tienen conductor y están sin arrancar. Esto es sospechoso. ¿Qué estará pasando? No ves la salida y te imaginas al típico listo que no se le abre la barrera… y dos samaritanos se han apiadado de él y han ido a ayudarle.

El nerviosismo me invade. Quiero comer. No tengo tiempo. Paro el coche. La curiosidad aflora, y bajo para descubrir qué coño ocurre. Le pregunto a uno de los samaritanos y me comenta que un coche se ha quedado atascado. ¿Qué cojones es eso de atascado? Enseguida pienso en que el giro cerrado que tiene la salida ha hecho que el merluzo de turno no sepa salir. Pues no, según me acerco lo descubro. Un todo terreno de la leche, está a dos dedos de tocar con el techo. No es que sea gigante, pero los poco más de dos metros de altura que tiene el techo no facilitan la maniobra.

Pensaréis que con dos dedos ya sobra. Pues no. La cosa se complica cuando está a dos dedos pero tiene que descender por una pronunciada rampa. ¿Y qué sucede? Que cuando el morro del todo terreno se inclina, la física dice que el culo del coche, se eleva, y por tanto, con dos dedos de margen, pues ostión. Esto ya le había pasado hacía 5 minutos y dejó de intentarlo hasta que llegó ese hombre que da título al post. El hombre del chaleco. Siendo malos y sin intentar ofender generalizando, lo describiría como “el de mantenimiento de un parking”, que tanto vale para descargar un camión que como para “sexar” un pollo. Sin EGB y con pocas nociones de física de calle.

Ese hombre se acerca y da instrucciones para que pase sin problemas. No hace caso a lo que todos ya habíamos visto y a lo que se podía ver, dos dedos de margen. Le hace girar un poquito las ruedas, y para abajo. Conclusión, ostión aun mayor. Todo el mecanismo de antenas y gps que lleva en el techo, muere. Tras ver los efectos de la física y del sentido común, dice que no, que no pasa. En vez de volver para atrás, pide que tres voluntarios, entre los que me encuentro, nos sentemos en el asiento de atrás para hacer peso y bajar la altura del coche. De nuevo la física. Si somos tres personas de 70 kilos, ¿qué efecto vamos a provocar en un coche que pesa las dos toneladas y que aguantará otra como carga? Conclusión, el coche no desciende nada, pero el del chaleco insta a que siga para adelante. Conclusión, el coche gime en sus roces bruscos con el techo.

¿Es aquí cuando el del chaleco pide que no, que efectivamente no pasa, que vuelva para atrás. Y qué sucede? Que el coche está encajonado y no puede retroceder. Se le fuerza y el techo solar trasero empieza a sufrir de tal modo que a punto está de reventar. Yo, debajo de éste, agacho la cabeza por lo que pueda pasar. Al final, nos dejan bajar, porque para colmo nos tenían bloqueados con el seguro de niños…

Por fin escapamos de la pesadilla, pero el del chaleco sigue haciendo de las suyas, desinflando rueda… ¿Y qué pasa? Pues nada, porque hasta que desinfles lo bastante, te puedes cargar más de lo que ya está roto. Desiste. La mujer conductora, y no culpable por ser mujer, la verdad, no tenía control de altura que no le hubiera impedido entrar al parking, y por tanto, iba a ir contra El Corte Inglés, azuzada por nosotros… para costear el destrozo. Al final conseguimos salir de la ratonera permitiéndonos volver por la entrada.

Lo peor de la historia no es el destrozo, ni el del chaleco, es no saber cómo sacaron ese coche de ahí. ¿Rebajarían la suspensión? ¿Romperían la estructura del techo?

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