Tal día como hoy...
publicado por Fry
Ni se descubrió América, ni se inventó la imprenta, ni se hizo el primer plano de la rueda, pero tal día como hoy, hace trece años, fue el origen del grupo de amigos actual. Las situaciones que desencadenan las uniones entre las personas suelen ser extrañas y ésta lo es. Espero ser breve....
Corría el año 1995 y éramos jóvenes. Quizás aún lo somos, pero por aquel entonces las borracheras todavía eran primeras experiencias. Eran algo que se recordaba, porque aún se podían contar. No sé si se contaban con los dedos de las manos, pero no eran el pan de cada día. En una de ellas, durante las fiestas patronales en las que ahora nos encontramos, tuvimos la ocasión de finiquitarnos una fila de "machacaos", que consistía en una repugnante mezcla de vodka y limón que, previamente golpeado contra la barra, te trasegabas mientras notabas como el gas y el calor subían por tu cuerpo.
No es importante el número que nos tomamos, ya que nadie sabe mi peso ni me aguante por aquella época, pero sí lo es el resultado. Dos adolescentes ciertamente perjudicados subiendo a lo que por aquí conocemos como "cuartos", que no es más que un local alquilado para fiestas en las que se tiene bebida para desahogar el bolsillo de los abusivos precios de los bares. Allí, como no podía ser menos, te echabas tu copa de rigor con gente que podías no conocer, y la mezcla de bebidas (y su dudosa calidad), las horas y el desvarío obligaron a que tuvieramos que llevar a mi amigo a casa...
En esa situación nos encontrábamos el grupo de amigos A (al que pertenecía TioP, aunque en aquella ocasión no estuviera), el borracho y yo, y por otro lado el grupo B (al que pertenecía, entre otros, Freddd). Lo escoltábamos entre todos, arropado por una triste manta mientras tapaba sus vergüenzas únicamente con el calzoncillo. Al llegar a su casa la catarsis general quiso que nos metieramos siete personas en un ascensor en el que duramente cabían cuatro, como así rezaba la trasnochada placa. Su deterioro no aguantó. El ascensor cedió verticalmente (y hacia abajo, como manda la física) dejándonos encerrados en él durante casi dos horas. Alcoholizados, muertos de calor y con muchas ganas de cantar y hacer el tonto.
Es curioso el hecho de que una situación que así contada parece agobiante, en ese momento, al menos en el inicio del encierro, parece una aventura interesante. El tiempo pasó despacio y con incidentes, desde la pasión inicial casi infantil hasta el destrozo por completo del malogrado ascensor. Es necesario advertir, para que se entienda la situación, que era necesario turnarse para respirar por el agujero de la puerta, y que las patadas requerían de un esfuerzo sobrehumano por parte del resto para conseguir un hueco para conseguir impulso.
La maquina ganó la batalla. El ascensor quedó destrozado, pero no pudimos salir por nuestro propio pie. Tuvo que ser el padre de quien llevábamos a casa el que consiguió las llaves de la puerta. Sobra decir que aquello no lo hizo mucha gracia.
Y así fue. Tal día como hoy una extraña anécdota en un ascensor nos unió, y por eso estamos hoy aquí Freddd, TioP y yo escribiendo en este blog y contándonos nuestras vidas.
Qué raro es el mundo.
Corría el año 1995 y éramos jóvenes. Quizás aún lo somos, pero por aquel entonces las borracheras todavía eran primeras experiencias. Eran algo que se recordaba, porque aún se podían contar. No sé si se contaban con los dedos de las manos, pero no eran el pan de cada día. En una de ellas, durante las fiestas patronales en las que ahora nos encontramos, tuvimos la ocasión de finiquitarnos una fila de "machacaos", que consistía en una repugnante mezcla de vodka y limón que, previamente golpeado contra la barra, te trasegabas mientras notabas como el gas y el calor subían por tu cuerpo.
No es importante el número que nos tomamos, ya que nadie sabe mi peso ni me aguante por aquella época, pero sí lo es el resultado. Dos adolescentes ciertamente perjudicados subiendo a lo que por aquí conocemos como "cuartos", que no es más que un local alquilado para fiestas en las que se tiene bebida para desahogar el bolsillo de los abusivos precios de los bares. Allí, como no podía ser menos, te echabas tu copa de rigor con gente que podías no conocer, y la mezcla de bebidas (y su dudosa calidad), las horas y el desvarío obligaron a que tuvieramos que llevar a mi amigo a casa...
En esa situación nos encontrábamos el grupo de amigos A (al que pertenecía TioP, aunque en aquella ocasión no estuviera), el borracho y yo, y por otro lado el grupo B (al que pertenecía, entre otros, Freddd). Lo escoltábamos entre todos, arropado por una triste manta mientras tapaba sus vergüenzas únicamente con el calzoncillo. Al llegar a su casa la catarsis general quiso que nos metieramos siete personas en un ascensor en el que duramente cabían cuatro, como así rezaba la trasnochada placa. Su deterioro no aguantó. El ascensor cedió verticalmente (y hacia abajo, como manda la física) dejándonos encerrados en él durante casi dos horas. Alcoholizados, muertos de calor y con muchas ganas de cantar y hacer el tonto.
Es curioso el hecho de que una situación que así contada parece agobiante, en ese momento, al menos en el inicio del encierro, parece una aventura interesante. El tiempo pasó despacio y con incidentes, desde la pasión inicial casi infantil hasta el destrozo por completo del malogrado ascensor. Es necesario advertir, para que se entienda la situación, que era necesario turnarse para respirar por el agujero de la puerta, y que las patadas requerían de un esfuerzo sobrehumano por parte del resto para conseguir un hueco para conseguir impulso.
La maquina ganó la batalla. El ascensor quedó destrozado, pero no pudimos salir por nuestro propio pie. Tuvo que ser el padre de quien llevábamos a casa el que consiguió las llaves de la puerta. Sobra decir que aquello no lo hizo mucha gracia.
Y así fue. Tal día como hoy una extraña anécdota en un ascensor nos unió, y por eso estamos hoy aquí Freddd, TioP y yo escribiendo en este blog y contándonos nuestras vidas.
Qué raro es el mundo.
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