Historias de la noche II: las peleas
publicado por Fry
Me hago eco de la serie inaugurada por Freddd y hago mi pequeño apunte sobre las historias nocturnas. En esta ocasión las peleas.
Yo diría que, en términos generales, las peleas han ido a menos en todos los sitios de copas o quizás es que, cuando vas creciendo, vas frecuentando otras zonas más civilizadas. Hace años, por poner un ejemplo, en mi pequeña ciudad se vivían peleas casi todos los fines de semana, casi siempre en los mismos garitos-discotecas, y protagonizadas por las mismas dos o tres cuadrillas. En la actualidad es bastante extraño que eso ocurra.
Por supuesto siempre nos encontraremos con cierta etnia que a todos se nos viene a la cabeza, cuyo placer por las peleas está fuera de toda duda. Han ido forjando la leyenda durante años a costa de provocaciones y altercados, siempre bajo el influjo de la superioridad de la que hacen galas en estas lides. En fin.
También hace años, cuando frecuentábamos esporádicamente la zona de Moncloa, se vivían peleas habitualmente. Era una zona bastante joven y eso siempre trae problemas de este tipo. Lo curioso de las peleas es que a la gente le da exactamente igual, entre los que me incluyo claro, y es difícil encontrar a alguien que se moje a separar a la gente. En toda pelea hay un inicio que el público admite y que, por supuesto, le divierte. Ese primer plazo se deja transcurrir siempre y, después de un minutos de hacer un círculo, alguien considerará que se ha traspasado ese límite y hay que intervenir.
En cierta ocasión, todavía fresca en la memoria una pelea en aquellos míticos botellones de los portales de Moncloa, nos encontrábamos Freddd y yo en un garito de DYC barato frente al escaparate. De repente, cuando todo parecía tranquilo, vimos como en el otro lado del cristal, en la calle, se estaba formando un altercado importante. La sensación de estar los dos parados con un cubata de whisky y con un cristal protector entre medio que salvaguarda tu integridad permitiendote observar todo, sólo se puede calificar como "cine urbano". La situación fue degenerando hasta que llegó la policia, que agravó el problema. Llovían papeleras y diversos objetos hacia los dos polis que no sabían bien como controlar la situación. Tras unos pocos minutos de éxtasis en la calle todo terminó. Nos volvimos a girar y la fiesta continuó, cubata en mano, como si no hubiera pasado nada.
Así es la noche.
Yo diría que, en términos generales, las peleas han ido a menos en todos los sitios de copas o quizás es que, cuando vas creciendo, vas frecuentando otras zonas más civilizadas. Hace años, por poner un ejemplo, en mi pequeña ciudad se vivían peleas casi todos los fines de semana, casi siempre en los mismos garitos-discotecas, y protagonizadas por las mismas dos o tres cuadrillas. En la actualidad es bastante extraño que eso ocurra.
Por supuesto siempre nos encontraremos con cierta etnia que a todos se nos viene a la cabeza, cuyo placer por las peleas está fuera de toda duda. Han ido forjando la leyenda durante años a costa de provocaciones y altercados, siempre bajo el influjo de la superioridad de la que hacen galas en estas lides. En fin.
También hace años, cuando frecuentábamos esporádicamente la zona de Moncloa, se vivían peleas habitualmente. Era una zona bastante joven y eso siempre trae problemas de este tipo. Lo curioso de las peleas es que a la gente le da exactamente igual, entre los que me incluyo claro, y es difícil encontrar a alguien que se moje a separar a la gente. En toda pelea hay un inicio que el público admite y que, por supuesto, le divierte. Ese primer plazo se deja transcurrir siempre y, después de un minutos de hacer un círculo, alguien considerará que se ha traspasado ese límite y hay que intervenir.
En cierta ocasión, todavía fresca en la memoria una pelea en aquellos míticos botellones de los portales de Moncloa, nos encontrábamos Freddd y yo en un garito de DYC barato frente al escaparate. De repente, cuando todo parecía tranquilo, vimos como en el otro lado del cristal, en la calle, se estaba formando un altercado importante. La sensación de estar los dos parados con un cubata de whisky y con un cristal protector entre medio que salvaguarda tu integridad permitiendote observar todo, sólo se puede calificar como "cine urbano". La situación fue degenerando hasta que llegó la policia, que agravó el problema. Llovían papeleras y diversos objetos hacia los dos polis que no sabían bien como controlar la situación. Tras unos pocos minutos de éxtasis en la calle todo terminó. Nos volvimos a girar y la fiesta continuó, cubata en mano, como si no hubiera pasado nada.
Así es la noche.
Etiquetas: Copas
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