05 abril 2007

Las inundaciones: ni tanto ni tan calvo
   publicado por Fry



Los que hemos sufrido las (putas) inundaciones recientes del Ebro seguimos teniendo fresco en la memoria las últimas riadas del año 2003. En aquella ocasión, hace cuatro años, la crecida nos pilló desprevenidos. Trabajo en el casco antiguo, donde la mayoría de los edificios tienen sotanos de piedra, bonitos por cierto, incluso por debajo del nivel del río. Con esta tesitura no es difícil que cualquier desnivel de agua afecte de una manera o de otra.

En la otra riada simplemente no hicimos nada. Nos alertó un poco de agua que se filtraba por los más recónditos subterráneos del edificio, pero nada hacia presagiar que, en apenas cuatro horas, una subida de un metro de agua destrozaría todo lo que había. En mi trabajo concretamente son bodegas de herramientas, salas de calderas, maquinaría del ascensor, cableado eléctrico, etc., pero cuando un incidente te deja sin corriente eléctrica, amén de cientos de objetos y sillas flotando, el problema es grave.

Por supuesto no fuimos los únicos ni fuimos los más perjudicados. La velocidad de crecimiento fue tan grande que apenas nadie previó salvar ningún objeto. Se perdieron millones de euros en tierras, casas, bares, bodegas y demás complejos anegados. Falta de previsión, o quizás de información.

Así que esta última semana andaba todo el mundo obsesionado con las noticias del Ebro. Realmente impresiona ver la inusual anchura del río, pero nada que ver con antiguas gestas. Aún así, la psicosis generalizada estaba garantizada.

No sólo nos hemos puesto a salvar cuantos objetos se acercarán al núcleo de la tierra, sino que hasta los vecinos de la planta número 12 del punto más alto de la ciudad han subido el ordenador encima de la mesa "por si las moscas". Los ciudadanos se agolpaban para ver las pocas gotas que inundaban el casco antiguo, policia por todas partes, además de helicópteros de televisión. Calles cortadas, parkings desalojados y el caos circulatorio generalizado. En un intento desesperado de dudoso raciocinio, habían puesto, a modo de empalizada, una hilera de sacos de arena para contener el poderío de un río que no llegó a crecer más de la cuenta. Cuando el agua sube no hay muros que puedan contenerla. De hecho, todos los sótanos inundados no han tenido acceso al río, no ha llegado a desbordarse. Ha sido la filtración y la sobrecarga del alcantarillado lo que ha provocado que el agua, fiel a la física más elemental, encuentre su ideal punto de equilibrio.

Va a ser verdad que la virtud está en el término medio, pero nunca es fácil luchar contra los elementos.

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