Un equipo de investigadores acaba de perder su valioso tiempo averiguando que las langostas sí
sienten dolor al ser cocidas. ¿a quién realmente le importa? Es decir, ¿el sufrimiento de los animales ha sido alguna vez impedimento para el hombre a la hora de metérselos a la boca?
Todos nos aprovechamos en mayor o menos medida del sufrimiento de los animales, ya sea por la carne, por el anzuelo en la boca, por la asfixia de las redes, por las pieles de nuestros abrigos o por los experimentos con animales para los medi
camentos y derivados. Nadie está exento de culpa en este terreno.
Sin embargo hay algo curioso en lo que pensamos del sufrimiento animal, y es que no nos importa tanto su sufrimiento real sino el hecho de que lo aparenten. Lo bueno que tiene una langosta no es que sienta o no sienta dolor, sino que de ninguna manera se va a poner a chillar en la cazuela, ni vamos a ir las patas golpeando contra el metal retorciéndose durante la cocción. Su agonía es en silencio y, por tanto, nos parece estupendo. Lo mismo es aplicable a mejillones, percebes y al marisco en general. Parece que a ellos les importa menos que a ti el ser cocidos vivos.
La cosa cambia cuando hablamos de animales de orden mayor, pero tampoco se cumple en todos los casos. Los perros y gatos, por ejemplo, hacen muy evidente su dolor, sin embargo los toros no lo expresan de una manera tan evidente. Los peces, los pájaros y reptiles, a grandes rasgos, tampoco parece que no se inmuten ante el sufrimiento, por no hablar de los insignificantes insectos.
Ahora que lo pienso, tampoco hay tantos animales que tengan un sufrimiento sangrante a ojos del ser humano. ¿Será una cuestión de dignidad?
Etiquetas: Filosofía, Reflexiones
Malísimo el artículo!