Mi amigo
publicado por TioP
Casi una semana ha pasado desde que aquel fatídico accidente aéreo sesgara su vida. Muchas son las incógnitas sobre lo que pasó, y sinceramente, aunque éstas sean desveladas, no nos lo devolverán de ninguna de las maneras. Aunque suene mal, aunque suene duro, ha muerto. Es una palabra difícil de pronunciar y difícil de escribir, si es a uno de los tuyos a quien se la asocias. El era mi amigo, podríamos estar hablando de mi mejor amigo.
El grado de dolor, de cercanía, de tristeza, normalmente va estrechamente ligado. Lo comentábamos entre nosotros el otro día, pero es que todos no podemos sentir por igual la misma pérdida. Un padre, una madre, un hermano, es algo insufrible, algo incomparable a nada. Pero dentro de la amistad existen distintos grados, y lógicos todos ellos, pero sinceramente, creo que me ha tocado una parte importante que no le recomiendo a nadie.
Con él me inicié en el instituto, rondaría los 14 años. Desde entonces compartimos mucho. Descubrimos que nuestra fecha de nacimiento, día mes y año, era la misma. De ahí siempre fuimos a la misma clase, nunca nos separamos (incluso pupitre codo con codo), salvo para estudiar química, yo había elegido geología. Pasaron esos cuatro años de instituto y ya teníamos la edad de comenzar con el carnet de conducir. A los diecisiete ya empezamos con los tests teóricos. Íbamos a la autoescuela a la par, y así fuimos al día del examen, días después de nuestro cumpleaños. Y en una semana más preparamos el práctico. Ambos compartimos coche… uno veía las clases del otro, y el otro las del uno. Día del examen. Mismo coche, mismo turno, mismo examinador. Los dos aprobados.
Luego me llegó la hora de echarme novia, y celoso estaba de que él la “rondara”. Buscaba las coincidencias forzadas de la adolescencia para “coincidir” con ella. Ya tenía coche, y casualmente la veía y la llevaba a casa… yo, obviamente, subido por las paredes. Entre él y yo siempre nos lo comentábamos, y sabíamos que realmente solo era para tocarme las pelotas...
Luego cada uno siguió su rumbo, universidad, academias de vuelo, trabajo… Pero siempre regresábamos a nuestra tierra, tierra en donde quedábamos para muchas cosas, pues el resto de nuestros amigos aquí estaban (y están). También nuestros caminos se volvieron a cruzar, ya que Madrid era nuestro lugar de trabajo. Esto hizo que en numerosas ocasiones quedáramos para hacer el viaje de ida y vuelta de rigor del fin de semana.
Y ha sido ahora cuando nuestros caminos se han separado definitivamente. Es horroroso pensar que nunca más lo volveré a ver, es horroroso que no volvamos a compartir esas conversaciones telefónicas en las que mutuamente nos mofábamos de nuestros curros. Es horroroso pensar que cuando lave el coche, por ridículo que parezca, él no va a estar ahí para criticar cómo queda. Es horroroso haber visto la noticia en el telediario y haber pensado en llamarlo, y no haberlo hecho porque se te adelantan para comunicarte lo peor. Es horroroso ver destrozado a un padre, a una madre, a un hermano, a una novia, a una prima, a un amigo…
El destino nos unió en una fecha, 26-Agosto-78, y nos ha separado en otra, 29-Abril-08.
Siempre contigo, Adrián. Tu amigo, tus amigos, tu comando.
El grado de dolor, de cercanía, de tristeza, normalmente va estrechamente ligado. Lo comentábamos entre nosotros el otro día, pero es que todos no podemos sentir por igual la misma pérdida. Un padre, una madre, un hermano, es algo insufrible, algo incomparable a nada. Pero dentro de la amistad existen distintos grados, y lógicos todos ellos, pero sinceramente, creo que me ha tocado una parte importante que no le recomiendo a nadie.
Con él me inicié en el instituto, rondaría los 14 años. Desde entonces compartimos mucho. Descubrimos que nuestra fecha de nacimiento, día mes y año, era la misma. De ahí siempre fuimos a la misma clase, nunca nos separamos (incluso pupitre codo con codo), salvo para estudiar química, yo había elegido geología. Pasaron esos cuatro años de instituto y ya teníamos la edad de comenzar con el carnet de conducir. A los diecisiete ya empezamos con los tests teóricos. Íbamos a la autoescuela a la par, y así fuimos al día del examen, días después de nuestro cumpleaños. Y en una semana más preparamos el práctico. Ambos compartimos coche… uno veía las clases del otro, y el otro las del uno. Día del examen. Mismo coche, mismo turno, mismo examinador. Los dos aprobados.
Luego me llegó la hora de echarme novia, y celoso estaba de que él la “rondara”. Buscaba las coincidencias forzadas de la adolescencia para “coincidir” con ella. Ya tenía coche, y casualmente la veía y la llevaba a casa… yo, obviamente, subido por las paredes. Entre él y yo siempre nos lo comentábamos, y sabíamos que realmente solo era para tocarme las pelotas...
Luego cada uno siguió su rumbo, universidad, academias de vuelo, trabajo… Pero siempre regresábamos a nuestra tierra, tierra en donde quedábamos para muchas cosas, pues el resto de nuestros amigos aquí estaban (y están). También nuestros caminos se volvieron a cruzar, ya que Madrid era nuestro lugar de trabajo. Esto hizo que en numerosas ocasiones quedáramos para hacer el viaje de ida y vuelta de rigor del fin de semana.
Y ha sido ahora cuando nuestros caminos se han separado definitivamente. Es horroroso pensar que nunca más lo volveré a ver, es horroroso que no volvamos a compartir esas conversaciones telefónicas en las que mutuamente nos mofábamos de nuestros curros. Es horroroso pensar que cuando lave el coche, por ridículo que parezca, él no va a estar ahí para criticar cómo queda. Es horroroso haber visto la noticia en el telediario y haber pensado en llamarlo, y no haberlo hecho porque se te adelantan para comunicarte lo peor. Es horroroso ver destrozado a un padre, a una madre, a un hermano, a una novia, a una prima, a un amigo…
El destino nos unió en una fecha, 26-Agosto-78, y nos ha separado en otra, 29-Abril-08.
Siempre contigo, Adrián. Tu amigo, tus amigos, tu comando.
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