Seguimos con el azar
publicado por Fry
Interesante artículo de nuevo el de TioP sobre los números aleatorios que vuelve a remover viejas heridas que nunca se cerraron (mentales, por supuesto). No tengo nada que objetar a su exposición de los números aleatorios, sólo quiero añadir alguna cosa más bien filosófica.
Como bien argumentaba al hablar de los números aleatorios es necesario hacer una precisión: una cosa es que algo sea desconocido y otra muy distinta es que no ese algo no sea capaz de ser conocido. Es decir, yo puedo no saber cuántos granos de arena tiene el desierto del Sáhara, pero no tengo la menor duda de que ese número entra dentro del campo del conocimiento medible (parece que no existe la palabra “medible”) y observable. Dudo nadie le saque partido a semejante recuento, o puede que incluso no existan los medios necesarios para lograrlo, pero sin duda es un número entero que podría ser hallado.
Muy distintas son aquellas cosas que suponemos que no son objeto de conocimiento o no pueden ser medibles. Siempre he escuchado que el único campo de la física que entra dentro de este grupo es el fenómeno descrito por el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, que dice que no es posible conocer simultáneamente la posición de un electrón y su velocidad. Sin embargo, estudiando la teoría parece ser nuevamente un problema logístico. Sería necesario un medidor más pequeño que el propio electrón para lograrlo. Dentro del campo de las cosas no conocibles tendríamos todas las paraciencias, religiones y creencias. Precisamente la mayoría utilizan este banal argumento para salir airosas del escarnio de la ciencia. Si conseguimos salir airosos de los parámetros que la ciencia impone podremos inventar una realidad distinta que nadie puede observar ni medir en la que todo cabe. Pero esta vez no quiero hablar de religión. El método científico no pretende refutar nada que no tenga un mínimo de consistencia.
Una vez establecidos los dos grupos, cosas desconocidas pero conocibles y cosas no-conocibles, los números aleatorios generados por el hombre se sitúan siempre en el primer grupo. Si yo tiro un dado jugando al parchís (algún día pondremos aquí nuestra propia versión del juego, mucho más divertida) nadie conoce el resultado porque no controlan todas las variables que intervienen. Dentro de ese ámbito de conocimiento sí son números aleatorios, pero se convierte en un sistema absolutamente determinista cuando se monta la maquinaria necesaria (control de viento, rozamiento, fuerza de lanzamiento, etc). Por lo tanto sólo se puede hablar de aleatoriedad dentro de un cierto ámbito de ignorancia.
Así que, por complicados que sean los cálculos que comentaba mi amigo TioP, únicamente serán aleatorios en un cierto ámbito de la ignorancia. Bien entendida claro.
Para alguien que acaba de salir de una selva los colores de los semáforos funcionan de forma totalmente aleatoria. Realmente he aportado poco al post de ayer, pero hay cosas de las que me gusta hablar.
43 53 77 79 92 (aleatorios?)
Como bien argumentaba al hablar de los números aleatorios es necesario hacer una precisión: una cosa es que algo sea desconocido y otra muy distinta es que no ese algo no sea capaz de ser conocido. Es decir, yo puedo no saber cuántos granos de arena tiene el desierto del Sáhara, pero no tengo la menor duda de que ese número entra dentro del campo del conocimiento medible (parece que no existe la palabra “medible”) y observable. Dudo nadie le saque partido a semejante recuento, o puede que incluso no existan los medios necesarios para lograrlo, pero sin duda es un número entero que podría ser hallado.
Muy distintas son aquellas cosas que suponemos que no son objeto de conocimiento o no pueden ser medibles. Siempre he escuchado que el único campo de la física que entra dentro de este grupo es el fenómeno descrito por el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, que dice que no es posible conocer simultáneamente la posición de un electrón y su velocidad. Sin embargo, estudiando la teoría parece ser nuevamente un problema logístico. Sería necesario un medidor más pequeño que el propio electrón para lograrlo. Dentro del campo de las cosas no conocibles tendríamos todas las paraciencias, religiones y creencias. Precisamente la mayoría utilizan este banal argumento para salir airosas del escarnio de la ciencia. Si conseguimos salir airosos de los parámetros que la ciencia impone podremos inventar una realidad distinta que nadie puede observar ni medir en la que todo cabe. Pero esta vez no quiero hablar de religión. El método científico no pretende refutar nada que no tenga un mínimo de consistencia.
Una vez establecidos los dos grupos, cosas desconocidas pero conocibles y cosas no-conocibles, los números aleatorios generados por el hombre se sitúan siempre en el primer grupo. Si yo tiro un dado jugando al parchís (algún día pondremos aquí nuestra propia versión del juego, mucho más divertida) nadie conoce el resultado porque no controlan todas las variables que intervienen. Dentro de ese ámbito de conocimiento sí son números aleatorios, pero se convierte en un sistema absolutamente determinista cuando se monta la maquinaria necesaria (control de viento, rozamiento, fuerza de lanzamiento, etc). Por lo tanto sólo se puede hablar de aleatoriedad dentro de un cierto ámbito de ignorancia.
Así que, por complicados que sean los cálculos que comentaba mi amigo TioP, únicamente serán aleatorios en un cierto ámbito de la ignorancia. Bien entendida claro.
Para alguien que acaba de salir de una selva los colores de los semáforos funcionan de forma totalmente aleatoria. Realmente he aportado poco al post de ayer, pero hay cosas de las que me gusta hablar.
43 53 77 79 92 (aleatorios?)
Etiquetas: Matemáticas
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