26 noviembre 2006

Inmigrante en mi propia casa
   publicado por TioP

Esto es lo que sucede con la dictadura de las ideas. Lo que se sufre con el favor de los vehementes, de los irreflexivos. Lo que vive parte de la sociedad que no comparte los pensamientos de estos sujetos. El desamparo, la impotencia, la ira y el odio que en ocasiones avivan. De algún modo esto, lo noté.

Tocó fiesta por una ciudad que no es la mía, pero de la que se puede hacer uso y disfrute como de cualquier otra. El hecho de estar ahí, de algún modo te incomoda, porque no eres uno de ellos, ni de sus ideas, ni de su gente autóctona. Te sientes cual judío retratando la Puerta de Brandemburgo.

En el fondo, con la gente que convives, sales, disfrutas, hablas, ríes y discutes, es leal, amiga, pero si miras a tu alrededor, ves cosas que no te gustan, ves ideas que campan a sus anchas, ves situaciones ridículas, ves hechos despreciables, ves imágenes que no quieres ver.

Ante todo, decir que tus conocidos son hospitalarios en todo momento, no te ves despreciado de ninguna manera, pero sí que notas un ambiente en el que no te puedes expresar como quieres, tienes que medir lo que dices, lo que haces. Eso no es libertad. Sin embargo, otros la tienen y no se la merecen, al menos así.

Poniendo un símil con uno de los amigos que me acompañaba, vimos pasar a un negrito (veo ridículo tener que decir persona de color, porque es un eufemismo que para mí es forzado, ya que no es nada malo decir negro, si se dice bien) tan feliz, tan libre. Sin embargo, ¿un blanquito podría hacer lo mismo en Sudáfrica, en el Cóngo, en Pakistan?. ¿Un español podría exhibir sus ideas en algún sitio que no sean bien recibidas?. ¿Un barcelonista podría serlo libremente en plena celebración de la copa de europa del Madrid?. ¿Uno de extrema izquierda puede decir que lo es con total soltura? ¿Uno que no esté en contra de la guerra puede decirlo sin ser recriminado? Creo que a muchas de estas preguntas se responden rápidamente con un no, pero algunas con un sí, y seguro que ni entre nosotros coincidiremos en estas respuestas, pero a lo que quiere llegar es que siempre ha habido, hay, y habrá, un doble rasero para medir. Un desprecio hacia ideas que en unos sitios se respetan y en otros se odian. En ocasiones son verdugos de sus propios defensores. Injusto. Vil.

Ayer yo me sentí arropado por los míos, feliz con muchas cosas, contento con otras, de cena, de marcha, de conversación, pero “The truth is out there”.