11 septiembre 2005

Minuto 46 de la hora octava del undécimo día
   publicado por TioP

Con esas palabras, George W. Bush, presidente de los EEUU, resumía lo que iba a quedar en el recuerdo de millones de americanos y ciudadanos de todo el mundo. Comenzaban los 103 minutos que cambiarían la historia:

08.46 - Un primer avión impacta contra la torre Norte del World Trade Center.
09.03 – Un segundo avión arremete contra la segunda torre.
09.17 – Se cierran todos los aeropuertos de NY.
09.40 – Se paraliza todo el tráfico aereo de EEUU (primera vez en la historia).
09.43 – Se estrella un tercer avión contra el Pentágono.
09.45 – The White House es evacuada.
09.57 – El presidente “desaparece”.
09.59 – La torre Sur, cae.
10.10 – Un cuarto avión impacta contra suelo despejado en Pennsylvania.
10.29 – La torre Norte, cae.

Simplemente recordando esta cronología de los hechos uno se podría hacer a la idea de lo que allí sucedió, pero es algo muy difícil. Allí fueron muchas las personas que perdieron la vida, ya no solo en los atentados, sino tras ellos.

Hoy se cumplen cuatro años de la tragedia desmedida de unos individuos manipulados por unos seres inmundos y guiados por una religión “desconocida”. Desde mi punto de vista, tan culpable es quien lo ejecuta como quien lo lidera, así como quien lo celebra, por no decir de quien hace uso partidista del mismo…

Pero más que criticar, quisiera homenajear a los que yo considero los cuatro grupos de víctimas: Los pasajeros de cada uno de los vuelos, las víctimas de los lugares de los atentados, los que ayudaron y perecieron, los que viven con el recuerdo.

Es duro pensar que estás en un vuelo para ir al trabajo y que este va a ser tu final, inesperado y cruel, por ver de lo que contigo se va hacer. Solo hay que remitirse a los testimonios de los mensajes y llamadas que aun pudieron hacerse desde los propios vuelos.

Es duro pensar que ya estás trabajando y lo primero con lo que te reciben es con un atentado terrorista de miles de muertes y sin ningún tipo de compasión.

Es duro pensar que estás intentado ayudar, trabajando con profesionalidad, apagando incendios, rescatando gente, y que seas tu quien queda atrapado y sin posibilidad de escape ante lo que se avecina como el final.

Más duro es quedarte sin los tuyos, ver que nada va a ser igual, y ver como otros hacen leña del árbol caído.


El otro lado de la balanza la ocupan, principalmente, los causantes de estos hechos tan despreciables, para los cuales se les desea que la justicia caiga sobre ellos con la misma fuerza con las que las torres se desplomaron. Lo cierto es que no se merecen ni eso, no se merecen nada, salvo el desprecio de los demás. Que den gracias por no vivir de donde ellos son procedentes, pues muchos ya no estarían vivos. Esa es la diferencia que se marca entre ellos y nosotros.

Este cuarto aniversario bien se merecía recordar a las víctimas del 11-S.

Por ellos, mi más sentido recuerdo.