Mi moto y yo
publicado por freddd
Hace algún tiempo ya que mi compañero Fry nos ilustró en este Blog acerca de la extraña relación de amor con su guitarra. Hoy hago yo lo propio hablando de mi pasión por las 2 ruedas. Mi afición en cambio no es tan antigua, hará unos 3 años que puedo disfrutar del placer de llevar unos cuantos kilos de hierro entre las piernas aunque fue mucho antes cuando quedé enganchado a este mundo. Cuando veía esas hordas de moteros desfilando juntos conquistando los pueblos por los que pasaban o me cruzaba con alguno que llevaba su casa a cuestas en la propia moto mientras cruzaba Europa no podía evitar sentir cierta envidia sana y también una creciente admiración. Porque la moto es más que un medio de transporte, es en cierto modo una forma de vida o mejor dicho algo que aporta un caracter diferente, un estilo de vida marcado por el propio medio.
Es dificil explicar la sensación del viento azotandote fuertemente en la cara mientras subes una montaña o cuando tras una hora de lluviosa marcha llegas con tus compañeros de carretera a la taberna de siempre a calentar el estomago con unas cuantas cervezas.
Para los que estamos en este mundo el destino en si es insignificante, lo importante es el medio, podemos amanecer un domingo, hacer 50 km, tomas una cerveza helada en un sucio bar de carretera y volver al mismo punto del que salimos. Y no hemos visto nada, no hemos comido en ningún sitio ni asistido a un espectaculo único, hemos rodado a lomo de nuestras pequeñas y hemos cortado el viento de la sierra durante unas horas en compañia de algunos amigos. Y eso es lo que nos queda, la goma de nuestras ruedas tatuada en las carreteras y los hierros de nuestras "niñas" cogiendo oxido por las solitarias llanuras castellanas. Los que sepan de que va este mundo me comprenderan sin duda, el resto me tomarán por loco y sin duda tienen algo de razón, pero no me preocupa, esta locura me ayuda a mantenerme vivo.
A mi moto. Marlene.
Es dificil explicar la sensación del viento azotandote fuertemente en la cara mientras subes una montaña o cuando tras una hora de lluviosa marcha llegas con tus compañeros de carretera a la taberna de siempre a calentar el estomago con unas cuantas cervezas.
Para los que estamos en este mundo el destino en si es insignificante, lo importante es el medio, podemos amanecer un domingo, hacer 50 km, tomas una cerveza helada en un sucio bar de carretera y volver al mismo punto del que salimos. Y no hemos visto nada, no hemos comido en ningún sitio ni asistido a un espectaculo único, hemos rodado a lomo de nuestras pequeñas y hemos cortado el viento de la sierra durante unas horas en compañia de algunos amigos. Y eso es lo que nos queda, la goma de nuestras ruedas tatuada en las carreteras y los hierros de nuestras "niñas" cogiendo oxido por las solitarias llanuras castellanas. Los que sepan de que va este mundo me comprenderan sin duda, el resto me tomarán por loco y sin duda tienen algo de razón, pero no me preocupa, esta locura me ayuda a mantenerme vivo.
A mi moto. Marlene.
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