27 septiembre 2005

El indulto del toro
   publicado por Fry

Corría el año 61 de nuestro siglo pasado cuando emergió por primera vez la silueta metálica del toro en el paisaje nacional. La figura había nacido muy pocos años antes y llegó para quedarse, hasta convertirse en una gran familia de 90 ejemplares. Por supuesto, como no podía ser de otra forma, estoy hablando del Toro de Osborne.

Es indiscutible que nació con un afán publicitario del coñac Veterano, pero no tardó en convertirse en emblema nacional. Tanto es así que a finales de los años ochenta una nueva ley obligó a la retirada de cualquier tipo de publicidad de las carreteras, para evitar distracciones (supongo), y surgió un fenómeno espontáneo en medios de comunicación, periodistas, escritores y en la mayor parte de los ciudadanos, exigiendo la excepción en la figura del Toro. La polémica se zanjó definitivamente en 1997, cuando el Tribunal Supremo dicta que “debe prevalecer, como causa que justifica su conservación, el interés estético o cultural que la colectividad ha atribuido a la esfinge del toro.”. Nuestro querido toro quedaba indultado para siempre.

Otra noticia que refuerza la transcendencia del toro sobre la misión publicitaria que representaba se ha publicado hace tres días, en la que cinco comercios han sido absueltos de una denuncia interpuesta por Osborne por hacer camisetas y merchandising, fallando el juez que “el toro es patrimonio artístico de los pueblos de España, integrado en el paisaje".

Y es que el toro de osborne es mucho más que un inagotable compañero de viaje por nuestras tierras, es emblema de todas las cosas que nos caracterizan y nos hacen inconfundibles, aunque algunas de ellas no sean siempre positivas. Somos así, en lo bueno y en lo malo. Es nuestro logotipo, que nos identifica fuera y que todo nórdico quiere llevarse junto con una muñequita disfrazada de Sevillana. En ese sentido tiene más personalidad que la bandera, el toro es más que eso, representa lo que hace que España sea diferente. Ese toro que simboliza muy bien a la España profunda, a esa España de porrón y de mus, de botijo y de siesta, a esa España que se encandiló con las mamachichos y no abandona el chiquiteo, a esa España que tiende en el patio y conoce a sus vecinos, a esa que sale mucho y trabaja poco, de apodos y de Eurovisión. Puede que a veces sea cutre, antidiluviana o bastante hortera, pero desde nuestro modesto blog quiero dedicarle un pequeño homenaje.

Y no hablamos del pasado, en la actualidad aún existe en muchos rincones de toda la geografía, en algunas comunidades más irreductible que en otras, pero ahí está. También en las grandes ciudades, no sólo en los pueblos perdidos de Castilla, no es una cuestión de progreso. Todos tenemos una parte de eso, al fin y al cabo hemos nacido aquí. Pero hoy todo eso se diluye y se huye de todo lo que huela a patria desde que España es “el estado” y el “español” se habla en todo el mundo menos aquí que se ha “castellanizado”. Pero que nadie se engañe, hasta al más snob sólo dos generaciones le separan de la camiseta interior de tirantes.

Y hoy que estamos de celebración estrenando imagen del blog, y aún cuando el tribunal supremo ya se pronunció hace casi una década y se aplicó la ley, vuelvo a pedir nuevamente, que hace más falta que nunca, el indulto del Toro.

Me despido con una frase que dijo el embajador español en Marruecos en aquellos días de la isla de Perejil:

“Más que los boinas verdes y el Tercio Duque de Alba, teníamos que haber plantado en el islote el toro de Osborne, para que los vecinos del Sur vieran, además, lo que le cuelga de la entrepierna.”

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