Hasta hace algo más de 100 años sólo el ojo humano era capaz de captar imágenes, luego las transmitía a través de la pintura, de la literatura o más frecuentemente del boca a boca. Al tiempo llego la fotografía que nos permitió inmortalizar aquello que veíamos, los pequeños instantes que componen cada momento, podíamos capturarlos para siempre. La fotografía se fue extendiendo poco a poco a todos los rincones al tiempo que el video avanzaba, lo que hacia evolucionar la televisión, de este modo podíamos no sólo ver esas imágenes sino observar el movimiento captando las secuencias completas de cualquier acción. El video también se extendió a todos los ámbitos y las cámaras que lo captab
an se fueron haciendo cada vez más pequeñas hasta que se fusionaron con los móviles y así cada mortal podía tener a su alcance una pequeña mini cámara para grabar cualquier momento, a cualquier hora, en cualquier situación. Y cuando esto sucedió llegó el fenómeno morboso que acompaña cualquier avance tecnológico, la moda de las agresiones grabadas en el móvil, posteriormente colgadas en Internet y difundidas a través de millones de teléfonos móviles. Lo más grabado es también lo más consumido, el sometimiento, escarnio público, humillación colectiva o linchamiento escolar. Pero no nos engañemos, esto siempre ha existido, todos lo hemos visto, los más afortunados nunca lo habrán padecido pero la sociedad es así y hay una tend
encia al mal por naturaleza, la sociedad es violenta en si misma.
El último episodio de los teléfonos ha sido un grupo de 10 jóvenes de 15 y 16 años que se mofaron de una niña con síndrome de down, grabándolo todo en el móvil para después distribuirlo. Pero no es el único caso que se ha difundido a nivel nacional, hace poco en un pueblo Sevillano, varios jóvenes robaron un coche y luego lo quemaron, todo delante de sus pequeñas cámaras. O el otro caso en Barcelona en que unos jóvenes daban dinero a los indigentes a cambio de hacerles una foto por el móvil, momento que aprovechaban para golpearles e inmortalizar su fechoría. O quién no ha visto ese joven en clase, aunque en un caso mucho menos sangrante que los anteriores, que recibe una soberana colleja por un compañero desde atrás mientras sonríe inocentemente a la cámara…
Pero la realidad es que esto gusta a mucha gente y se consume de forma masiva por la red, habrá que ver hacia donde deriva todo esto. ¿Será posible algún día llevar cámaras integradas en el ojo?
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