23 octubre 2005

El Super: ¿Quién los controla?
   publicado por TioP

Al hilo del post de Murphy, y por un ejemplo que ahí se ponía, voy a dar detalles del “día en el súper”, porque creo se esconde un ente malévolo que en ocasiones hace perder los nervios. Os relataré lo que puede llegar a ser ese día, pues relataré una historia basada en hechos reales… historia quizá un pelín larga pero real como la vida misma.

La odisea de comprar en el supermercado comienza a ir mal cuando coges el típico carro de la compra. Por supuesto y previendo lo que viene, tu ya te has hecho con la correspondiente moneda de 50 céntimos o 1 euro para poder sacar el carrito, pues ahí no te pillarán porque ya te lo sabes de otras veces. ¡Qué ocurre!, que el primero que pruebas, da igual que metas la monedita o no, está enganchada su cadenita. No pasa nada, hay más filas y pruebas suerte en otra. Tras insertar la moneda y tirar con miedo, ves con alegría como la cadenita sale. Sonríes. Así que tiras del carro para empezar la compra pero... ¡mierda!, el carro está atascado dentro de otro, así que por más que tiras de él no hay manera. Te das cuenta que estás montando el espectáculo. Te miran. Así que no te queda más remedio que desistir e ir a por otro carrito. Parece que hay suerte, y digo parece, porque aunque consigues hacerte con el preciado carrito, este está endemoniado, pues no obedece tus ordenes y se empeña a ir por donde tú no le dices, y tienes que ir contravolanteando para no atropellar a nadie, que ni Fernando Alonso. Para llegar a la zona de compras, aun nos queda un calvario.

Primero hay que subir del parking a través de la rampa mecánica, y vemos con asombro, que el carro se niega a subir. ¿Qué sucede? Han cambiado la rampa de sentido, la que antes subía ahora baja, y viceversa. Y tú como vas cagándote en el carro ni te habías dado cuenta de eso, siempre ha sido así. En fin que cuando realmente empiezas a hacer la compra tu mala ostia va en aumento, y se multiplica por mil cuando descubres que están reorganizando los pasillos, ya nada está dónde antes. Con lo que cuesta aprenderse dónde está cada cosa en un supermercado, cuando parece que lo vas consiguiendo, te hacen la putada y te lo desordenan todo. Y cuando digo desordenar, es desordenar, porque si al menos lo dispusieran ordenado… pero es que el cambio lo van haciendo poco a poco y hay cosas que han cambiado de sitio y cosas que no, e incluso “desaparecen” pasillos. Y resulta que te encuentras la leche enfrente del aceite para coches, el aceite de cocinar al lado de las chocolatinas, las lentejas en el pasillo de productos para bebés, y los embutidos al lado de la ropa... desde luego se aseguran que pasemos mucho más rato en el supermercado, porque lo que antes te costaba 40 minutos, ahora te lleva el doble.

Así que cuando vas a la caja te sale el humo por las orejas, y aún encima sabes que te espera lo peor y no te equivocas. Las colas de las cajeras están repletas y pocas son las que funcionan. Cerca de dónde tú estás no hay más que 2 cajas, el resto está en la otra punta y no te apetece ir sorteando gente para llegar a ellas, porque al fin y al cabo las colas son igual de largas. Así que entre las 2 que tienes para elegir finalmente te decantas por una que parece va más rápida, pero aunque tienes en cuenta la ley de Murphy, siempre te equivocas. Pero a pesar de todo eres optimista y piensas que no puede ir tan mal la cosa. Lo dicho, la suerte o falta de ella, te vuelve a dar una bofetada porque ves como gente que se ha puesto más tarde que tú en la otra cola (sí, esa que tú has desechado) ya ha pagado. Y te vas cagando en la cajera, porque tiene que ser culpa de la cajera, ¿de quien si no? Si vale, sabemos que la ley de Murphy tendrá algo que ver, pero seamos sinceros, esta cajera no parece muy lista...

Y mientras esperas a que pase la tarjetita del predecesor (en qué momento pagar con tarjeta un puto tubo de dientes), oyes como alguien se dirige a ti. Te vuelves y te encuentras con una señora mayor y de cara agradable que sonriendo te pregunta si puede pasar delante tuya, que solo lleva un producto, y sonriendo nuevamente te lo muestra. Tú te quedas mirándola con cara de pocos amigos, y respondes: Señora, llevo un buen rato aquí esperando como para dejarla pasar a usted. Por dentro se te ocurren un montón de improperios que no es preciso mencionar ahora. Y tú piensas ¿si le hubiera dejado pasar y ella es el cliente un millón? Pero peor aún, ¿y si mientras tú terminas de recoger la compra ves que esa amable señora a la que no has cedido tu puesto se convierte en el cliente un millón? Te deshaces de todas estas ideas, porque al fin y al cabo eso no ha ocurrido nunca en tu supermercado, sólo lo has visto en la tele, así que no hay porqué preocuparse.

Por fin llega el ansiado momento de poner las compras en la cinta, para largarte de ahí. Pero, ¡no! ¿qué coño quiere la de delante? ¿no ha pagado ya? No, ahora quiere que la cajera le explique algo de su ticket, si esa cajera tan inteligente que he mencionado antes. Por supuesto la susodicha no tiene ni idea, pero hace como que lo mira y lo piensa y finalmente manda a la señora a información. Así que van pasando mis productos y solo ruego para que a ninguno le falte el código de barras, y tenga que esperar mientras nuestra simpática cajera llama por teléfono a “información”, y es que por lo visto los de información lo resuelven todo en un supermercado. Pero parece que esta vez he tenido suerte, pago sin problemas e incluso me regalan un talonario de descuentos, descuentos en productos que no compro, pero descuentos al fin y al cabo.

Nos dirigimos al coche convencidos de que nada malo nos puede pasar, porque lo de la rampa ya me lo sé y esta vez no caes. Pero parece que las fuerzas del universo se han aliado contra mí, ¡la rampa no funciona, está parada! ¿cómo ostias voy a llevar todo mi carro cargado al garaje? Esto tiene que ser un programa de cámara oculta, no es posible que tantas cosas le pasen mal a uno en tan poco tiempo... Después de estar esperando unos cinco minutos, aparece el de seguridad que activa la rampa, (que por cierto, vaya encargado de seguridad, un tipo enclenque, delgadurrio, encorvado, con gafas horribles...). Pero bueno, me da igual su aspecto, solo quiero llegar al coche, sin que el carro me ruede por la rampa (que alguna vez ha ocurrido). Y como no, no sé por qué no se me había ocurrido que algún inepto ha aparcado su coche pegadísimo al mío, como si no hubiera sitio en todo el parking.

Mi pesadilla termina. Sólo espero que mejoren pronto la compra por Internet, porque os aseguro que lo haré con ese método. Seguro que también surgirán inconvenientes, el ordenador se quedará colgado en mitad de la compra, entrarán en mi cuenta, se me desconectará el ordenador como si nada... pero ya tendré tiempo entonces de enfadarme por esos problemas, ahora solo quiero olvidarme de estos.

Mi consejo: compra en el Eroski en vez del Sabeco... Mucho más ágil...

De Blogger El Brujo, el día lunes, 24 octubre, 2005

¿Y qué me dices cuando compras algo como un cepillo de dientes que se empeña en colarse entre las ranuras del carro?
Llegas a la caja y ¡te falta parte de la compra!

De Anonymous Anónimo, el día lunes, 24 octubre, 2005

2 Comentarios:

  • Mi consejo: compra en el Eroski en vez del Sabeco... Mucho más ágil...

    De Blogger El Brujo, el día lunes, 24 octubre, 2005  

  • ¿Y qué me dices cuando compras algo como un cepillo de dientes que se empeña en colarse entre las ranuras del carro?
    Llegas a la caja y ¡te falta parte de la compra!

    De Anonymous Anónimo, el día lunes, 24 octubre, 2005  

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