Segundas mitades nunca fueron buenas
publicado por Fry
Me parece raro que en este blog aún no se haya hablado de cine, con lo que gusta el cine por estos lares. Primero será cuestión de presentarse, soy un espectador muy inconformista, soy radical, un hooligan del cine, porque tengo en el Olimpo de los cielos unas cuantas películas que considero de culto (para mí) y no aguanto el mal cine, me supera. Con ello no quiero decir que vaya a buscar la última película que ha hecho un ucraniano en blanco y negro, avalado sólo por los más puristas círculos selectos, o que consuma películas francesas en versión original subtitulada de factura alternativa o ni quiero decir que me tenga que ir a un videoclub del barrio chino de Nueva York para encontrar las rarezas que a mí me gustan. Soy radical porque lo que me gusta me encanta y lo que no me gusta lo detesto.
Y cada vez es más complicado encontrar algo que sacar de entre toda la basura que echan en el cine. Puedo contar con los dedos de las manos (¿de las dos?) las películas que veo al año que superan mi barrera de aceptable. Al menos la experiencia es un grado, y estás lo suficientemente escarmentado como para dejar de confiar, por ejemplo, en que aún puede llegar a existir el buen cine de terror. Hace años que sufro la decadencia de uno de mis géneros favoritos, pero no hace tantos que aprendí la lección: el género de terror ha muerto, no vuelvas a picar, iluso de ti, creyendo que saldrá una joya en algún sitio.
Y el cine es caro, eso es evidente, pero a mí no me importa pagar por algo que me gusta. Y no, el burro no es la solución, el cine tiene un gran valor añadido. Para mí la frustración no es haber tirado el dinero viendo Torrente 3 (supuse que es de las películas que hay que ver, craso error), si no sentirme absolutamente insultado, sentir vergüenza habiendo elegido esa película, pasando lo mal en cada gag sin puta gracia alguna y, además, ser consciente de que va a volver a ser la película más taquillera de todos los tiempos. Pero no quiero meterme con la bazofia, bastante tiene ya Santiago Segura, que tendrá mucha pasta, y se la envidio, pero es una fabrica de excremento, todo lo que dirige y todo lo que toca (atrás quedaron intentos de lo que algún día pudo llegar a ser y no fue).
Pero no todo es malo y todavía estoy increíblemente sorprendido con una película que cuando sólo llevaba un cuarto de hora metraje, éste último domingo, ya se iba ganando la categoría de top five español, siempre según mi criterio claro. Por supuesto estoy hablando de “el método”. Pese a algunas incongruencias en el guión y algún detalle mejorable es una obra maestra, un reparto equilibrado y la tensión justa. Tranquilamente podrían hacer una segunda parte con otros candidatos y sería igualmente interesante, porque es una película enteramente basada en el diálogo y en la interacción entre personajes, con una sola localización consigue que no se haga aburrida en ningún momento.
¿Y a qué viene el título de mi post si no estoy hablando de segundas partes? Efectivamente no estoy hablando de secuelas de películas, que bien podría hacerlo, sino de segundas mitades, de la segunda mitad de cada película. Y puedo afirmar, rotundamente, que el 99% de las películas adolecen de un problema que se conoce técnicamente como “hacerse la picha un lío”. Lo siento, “El método” tampoco se salva de este problema. No sé muy bien porque los directores se empeñan en rizar el rizo a lo largo del desarrollo de una película. Si presentan una historia sencilla se acaba complicando, enrevesando hasta límites insospechados, como si hicieran falta más elementos. Por alguna razón guionistas y directores creen que los espectadores necesitamos que las películas acaben con matanzas colosales, o el gran superataque final, o las conspiraciones internacionales que se escapan ya al control de cualquier espectador, y al congruencia del guión.
Es mi problema, seguramente es mi problema y no suyo, pero esta vez sí que cuento con los dedos de una mano las películas que en su primera mitad me vendieron una historia sencilla, acogedora y cuidada y terminaron con una historia sencilla, acogedora y cuidada, sin giros de la historia encajados con calzador para, se supone, que el espectador salga más contento.
Quizás mi problema es que le exijo mucho al cine.
Y cada vez es más complicado encontrar algo que sacar de entre toda la basura que echan en el cine. Puedo contar con los dedos de las manos (¿de las dos?) las películas que veo al año que superan mi barrera de aceptable. Al menos la experiencia es un grado, y estás lo suficientemente escarmentado como para dejar de confiar, por ejemplo, en que aún puede llegar a existir el buen cine de terror. Hace años que sufro la decadencia de uno de mis géneros favoritos, pero no hace tantos que aprendí la lección: el género de terror ha muerto, no vuelvas a picar, iluso de ti, creyendo que saldrá una joya en algún sitio.
Y el cine es caro, eso es evidente, pero a mí no me importa pagar por algo que me gusta. Y no, el burro no es la solución, el cine tiene un gran valor añadido. Para mí la frustración no es haber tirado el dinero viendo Torrente 3 (supuse que es de las películas que hay que ver, craso error), si no sentirme absolutamente insultado, sentir vergüenza habiendo elegido esa película, pasando lo mal en cada gag sin puta gracia alguna y, además, ser consciente de que va a volver a ser la película más taquillera de todos los tiempos. Pero no quiero meterme con la bazofia, bastante tiene ya Santiago Segura, que tendrá mucha pasta, y se la envidio, pero es una fabrica de excremento, todo lo que dirige y todo lo que toca (atrás quedaron intentos de lo que algún día pudo llegar a ser y no fue).
Pero no todo es malo y todavía estoy increíblemente sorprendido con una película que cuando sólo llevaba un cuarto de hora metraje, éste último domingo, ya se iba ganando la categoría de top five español, siempre según mi criterio claro. Por supuesto estoy hablando de “el método”. Pese a algunas incongruencias en el guión y algún detalle mejorable es una obra maestra, un reparto equilibrado y la tensión justa. Tranquilamente podrían hacer una segunda parte con otros candidatos y sería igualmente interesante, porque es una película enteramente basada en el diálogo y en la interacción entre personajes, con una sola localización consigue que no se haga aburrida en ningún momento.
¿Y a qué viene el título de mi post si no estoy hablando de segundas partes? Efectivamente no estoy hablando de secuelas de películas, que bien podría hacerlo, sino de segundas mitades, de la segunda mitad de cada película. Y puedo afirmar, rotundamente, que el 99% de las películas adolecen de un problema que se conoce técnicamente como “hacerse la picha un lío”. Lo siento, “El método” tampoco se salva de este problema. No sé muy bien porque los directores se empeñan en rizar el rizo a lo largo del desarrollo de una película. Si presentan una historia sencilla se acaba complicando, enrevesando hasta límites insospechados, como si hicieran falta más elementos. Por alguna razón guionistas y directores creen que los espectadores necesitamos que las películas acaben con matanzas colosales, o el gran superataque final, o las conspiraciones internacionales que se escapan ya al control de cualquier espectador, y al congruencia del guión.
Es mi problema, seguramente es mi problema y no suyo, pero esta vez sí que cuento con los dedos de una mano las películas que en su primera mitad me vendieron una historia sencilla, acogedora y cuidada y terminaron con una historia sencilla, acogedora y cuidada, sin giros de la historia encajados con calzador para, se supone, que el espectador salga más contento.
Quizás mi problema es que le exijo mucho al cine.
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