12 octubre 2005

Mano izquierda al rojo, mano derecha al azul...
   publicado por Fry

Hoy estamos de inauguración de nuevo, estrenamos la sección del Día del espectador, que será todos los miércoles y al que le toque postear, de los tres leprosos que habitamos este blog, elegirá un tema de los propuestos por todos vosotros. Por supuesto estáis invitados a participar sugiriendo cualquier tema en el bloque de la derecha. Y de entre todos he escogido, quizás, el más complicado y aburrido, el sugerido por TioP, sobre la izquierda y la derecha, aunque sólo políticamente.

-¿oye, tú eres de qué ideología política eres?
-Yo soy de izquierdas.
-¿Cómo de izquierdas?
-Sí hombre, de izquierdas, además estoy totalmente convencido.
-¿Pero qué es exactamente ser de izquierdas?
-¿Cómo...? (sudor frío)
-Sí, que me digas qué es ser de izquierdas.
-Pues... (sudor muy frío)
-Vale, dime entonces qué es ser de derechas.
-Ser fascista (sonrisa de satisfacción)
-¿Y qué es ser fascista?.
-Todo lo contrario a lo que soy yo.
-¿? Vamos a tomar unas cañas anda.

Esta conversación es muy difícil que se pueda dar. Nadie se atreve a lanzar semejante pregunta por miedo a que te sea devuelta y te quedes también en bragas. Y no es un problema de ignorancia, sino de la imposibilidad de la definición de los términos de izquierda y derecha, de una definición real, práctica y constatable, evitando los clichés típicos que acompañan desde hace décadas a uno y a otro.

Voy primero a suponer que la izquierda y la derecha efectivamente existen. Para que exista la derecha tiene que existir la izquierda, y viceversa, tiene que existir un reflejo en el que comparar y diferir para sostener la existencia de ambos. Y por concretar, vamos a suponer que existieran 100 puntos discutibles políticamente. Según nuestro arcaico modo de división política, la izquierda extrema debería diferir totalmente en los 100 puntos de la extrema derecha, siendo totalmente contrarios. Ya tendríamos definidos esos extremos “perfectos”, pero entre medio existirían miles de ideologías con diferentes puntos de vista entre dicha centena. Siguiendo este criterio cuantos más puntos te acerquen a un lado o a otro hablaríamos de ideologías más suavizadas, hasta encontrarnos con el indefinible “centro” que nadie sabe en que mar navega, con un 50% de puntos en una lado y otro. En un alarde de exagerado optimismo acabo de matematizar la política, y es un punto de vista quizás poco real, pero yo soy de ciencias, además programador, y es el único terreno en el que me desenvuelvo bien. Que me perdonen los humanistas.

Pero en este sistema existen tres problemas. El primero es definir donde están los límites de esa puntuación, es decir, cuantas cuestiones a favor de un lado o de otro se deben tener para que cambie el término con el que la designamos, es decir, cuando se pasa de extremo a suave, cuando a centro o derecha, etc. El segundo, y uno de los más conflictivos, es decidir cuales son esas 100 cuestiones a preguntar y sobre todo, que respuesta sitúa en un lado y cual en otro y si alguna debe tener más importancia en el cómputo general. Supongo que no debe puntuar lo mismo para posicionarte la pregunta sobre el modelo de estado que la de la privatización de telefónica. Y tercero y último, y el más importante, es la posición en la que cada persona se quiere encontrar. Si toda la vida has estado ligado a un partido o a una ideología no aceptarás que te tilden de una cosa que no te consideras, aunque lo seas. Es más, todos los españoles (sólo hablo de lo que conozco), tenemos el don de la clarividencia, o eso parece. Si detectamos a una persona hablando sobre alguno de los 100 puntos clave que lo sitúa en una posición determinada (izquierda o derecha), inmediatamente asaltarán una cascada de pensamientos en los que colocaremos al contertulio en el extremo que nos de la gana, y de ahí no se puede salir. Extremismo al canto.

La propia existencia del concepto de derecha e izquierda hace que solamos tratar de adoptar posiciones que en teoría están en ese ideología, pero que ni siquiera te has planteado alguna vez. Pero yo me encuentro, como todo el mundo, incapaz de definir los límites y por lo tanto me parece absurdo llamarlo así.

Y para terminar, ¿nos podemos poner de acuerdo en qué cosas puntuales son de un lado y de otro? ¿El plan hidrológico es de derechas? ¿El condón es de izquierdas? ¿La guerra es de derechas? ¿La libertad sexual es de izquierdas? ¿la religión es de derechas? ¿la legalización de la droga es de izquierdas?

Si has respondido a las seis que sí es que no estás de acuerdo conmigo, querido lector. Pero, ¿por qué me siento yo claramente en un lado cuando creo que no existen tales lados? Algún día hablaré de ello, hoy ya no quiero aburrir más. Quizás haga un test derechoizquierdológico.

-Nada de cañas, ¿y tú de que ideología eres?
-Yo de derechas, por supuesto.
-Pues venga, dime ahora tú que es la derecha.
-La derecha es... pues eso, derecha, la misma palabra te lo dice.
-¿Pero qué es exactamente?
-La derecha es todo lo contrario a la izquierda.
-Sí, mejor vamos a tomar unas cañas.