14 marzo 2006

Parecidos razonables
   publicado por Fry

Hoy es de esos días en los que estoy hecho un trapo y con pocas ganas de nada, pero siempre se saca un rato para pensar en cosas absurdas y curiosas, muy lejos de cualquier utilidad práctica. Y entre ellas hoy me toca volver a darle vueltas al porqué de las caras.

Ya divagué en su día sobre un hipotético tercer sexo que vendría a enriquecer el panorama. Hoy los tiros van cercanos. Me encanta el diseño en 3D y desde hace años picoteo todas las ramas de los mundos virtuales tridimensionales. Siempre que tengo que modelar una cara me planteo la misma pregunta: ¿qué rasgos de la cara nos hacen reconocer el sexo de una persona? Cada persona tiene unos temas de preocupación intranscendentes, y en algunos de ellos se busca información y una explicación racional ya documentada en algún sitio. Otros temas, sin embargo, quedan siempre suspendidos en la mente hasta encontrar, por uno mismo, una explicación al problema. El asunto de las caras es del segundo tipo. Desconozco cuantas investigaciones se hayan hecho al respecto. Lo único que puedo concluir es que aún no he averiguado la respuesta por mí mismo.

Si tuviéramos que definir rasgos puramente masculinos hablaríamos de mentón y frente prominentes, nariz ancha (en comparación con las féminas), proliferación de pelo y un largo etcétera que todos conocemos. En el caso femenino podríamos describir una retahíla de caracteres marcadamente de ese lado. Sin embargo ninguna de esas características, ni siquiera su conjunto, es definitivo.

Es cierto que existen elementos decorativos que asociamos inmediatamente a un sexo, como cierto tipo de pendientes, maquillaje o algunos cortes de pelo, pero los nuevos tiempos han traído una hibridación total de ambos sexos en cuanto a decoración se refiere y no por ello existe ambigüedad al observarlos. Incluso en casos extremos como la transexualidad, en los hacen los susodichos hacen todo lo biológica, estética y quirúrgicamente posible para la transformación, no cabe duda alguna. En el fondo de esa cara sigue existiendo algo que no cuadra y no confunde al personal.

Y por terminar con el asunto diré algo sobre las razas. Cualquiera afirmaremos sin problemas que todos los chinos, los moros o los negros son iguales, y existe algo de razón. Sus razas se han mezclado menos que la nuestra y tienes rasgos más puros. Al margen del parecido entre todos, es un hecho objetivo y comprobable que la diferencia entre sexos en ciertas razas es absolutamente mínima. Sólo hay que fijarse en documentales de tribus subsaharianas poco evolucionadas para darnos cuenta de que es necesario mirar “abajo”.

Los sexos y las caras sí que son un misterio, y no la vergüenza de Belmez.